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La Ciudad Por: Jose Arturo Castillo Ramirez – Cronista de la Ciudad

A poco más de tres siglos de historia, Río Grande ha tenido el interés de estudiar la relación de su estructura urbanística que presenta un gran interés. De esta permanencia disponemos hoy de una gran riqueza de asentamientos de diferentes órdenes, tradición urbanística y arquitectura vernácula, así como de las huellas del pasado más antiguo en el trazado de las calles y de las radicales modernizaciones ocurridas a los largo de estos siglos. El objetivo será precisamente hacer un recorrido histórico por el crecimiento y florecimiento del poblado de Santa Elena del Río Grande. Mediante el análisis de documentos, planos, fotografías y demás recursos visuales que nos permitan explotar los conocimientos teóricos sobre la ciudad.
Documentos históricos recuperados tratan de un trazado del plano que se hizo con una serie de rutas principales, que todavía medio existen, aunque poco claras, otras se habrían ido borrando con el tiempo. No obstante, también quedan vestigios de rutas alternativas de acuerdo a las necesidades urbanas, que se hubieran trazado, como adaptaciones del plano cuadrado para agilizar el tránsito en rutas comerciales (por ejemplo hacia el actual San Cayetano, Pastelera y Cerro de Santiago).
Además, en la periferia de la ciudad se encuentran algunas orientaciones secundarias, poco precisas que sin duda correspondieron a rutas que conducían hacia Santa María de las Nieves y otra igual a la comunidad de Tetillas y el Fuerte, esta última beneficiada a mediados del siglo XX con su anhelado puente.
Cuando hablamos de una ciudad, se puede volver fuente que dota de sentido a la vida urbana al articularse con la identidad de la ciudad, permeando la imaginación geográfica de sus habitantes y de quienes la visitan, convirtiéndose así en lugares destacables.
Para las ciudades, el espacio público es el más emblemático de los lugares es el que dota de sentido a la vida urbana de las ciudades, comparte su plaza principal como núcleo gravitacional de la población. En ese ir y venir que transitan hacia direcciones desconocidas, a veces se detienen frente a la sorpresa de alguna manifestación pública, que son propias en las plazas de las regiones. Siguiendo la tradición española, la Plaza de Armas de la ciudad es el espacio cívico más importante. En torno a ella se agrupa el poder civil y militar, el comercio, los vecinos más respetados y la iglesia. Todos están contenidos en ese lugar, su figura o trazo, llena el sentido de pertenencia.
Es la plaza de la ciudad, la que siempre ha sido cuidadosamente mimada. Es el atractivo que la ciudad cuida, porque representa la estabilidad, convirtiéndose en el espacio público más emblemático. Será a partir de un antecedente que en un anexo de nuestra Plaza de la Constitución, se levanta la estatua del líder agrarista, erguida para delimitar el fin de una época para dar la bienvenida a la última mitad del siglo XX.
Las ciudades siguen su curso y en este recorrido las diferencias se van abriendo, el peso de la historia y sus respectivos proyectos políticos discursivos quedan marcados dentro del espacio urbano. Concepción de la retórica del progreso y la arquitectura en diálogo con las narrativas de la época que solo responde con soluciones vanguardistas. Es indiscutible que Río Grande tuvo rasgos urbanísticos determinantes, que lamentablemente en aras de la modernidad han caído (imagen anterior), símbolos que expresan la identidad de la ciudad de manera más emblemática, al fondo de la imagen, la extinta Iglesia de Santa Elena de la Cruz. Todo el conjunto se comporta como un ensamble, en el cual se dibuja la identidad de la ciudad. Los lugares mencionados, aferrados a una existencia inextinguible, porque en su estructura entregan la clave de la identidad de la ciudad, son legibles en los patrones del diseño urbano, incluso en el más convencional. Promueven la vitalidad y están dotados de una buena forma que se traduce en la geometría visual. Permanecen en la memoria, porque además están diseñados para la permanencia; “El paseo Arturo Castillo Esqueda, en reconocimiento al riograndense que hizo posible el bordo protector conocido como malecón, antiguamente era un circuito vial del puente Hidalgo a darle vuelta a la ESFIMA hasta encontrarse con la calle Independencia. Que en la década del 1980 se transformara en el bulevar que no se le encuentra el nombre y cuál es la calle. Es un proyecto que yo llamaría mixto de peatonización con transporte selectivo de vehículos. Lo hizo el alcalde Dr. Gumaro Elías y que fue el típico proyecto de modernización para favorecer a los comerciantes. Ahí el espacio público fue una resultante.
El paisaje no fue de los pintores, no lo hicieron los pintores, lo hicieron los escritores, categóricamente han sido los escritores quienes han retratado el paisaje y desde las más diversas obras (Noticias, Tribuna, Policromía, Prensa Libre etc.) se ha conjurado una identidad. El orgullo anclado a un mito y que por serlo es fundacional, permite a los habitantes el soporte que hace funcionar el engranaje social. Aun a pesar de que el mito, obscurece el mundo que lo rodea, deja entrever solo un mundo donde el presente no acontece. La alameda “Benito Juárez”; escenario exuberante y bello, protagonista de todos los avatares de nuestro pueblo, que fuera decretado con este nombre durante la administración 1905-1906 durante el gobierno de Pioquinto de la Rosa, hoy tristemente no se le encuentra el nombre y abominablemente le fue cambiado no se sabe por quién ni como, y ahora con pompa se llama “Alameda Plaza Central”, horrendo para un lacónico e ilustre nombre “Alameda Benito Juárez”.
Distinguiendo la necesidad de mantener las cualidades ornamentales del bulevar que se mantiene hasta hoy, donde el paseo es requerimiento fundamental. El pueblo no posee lugares que propicien el encuentro cercano, y su perímetro tampoco alberga situaciones de encuentro, es solo el paseo que recorre una rivera, donde los escolares alborotan la avenida. Con la bella fotografía del río, Claro; parque fluvial ancestral, que habla del mundo, que se apropia de este lugar durante ciertas fiestas emblemáticas en la celebración de las tradiciones patrias.
Como conclusión diremos, que nuestra identidad refleja los acontecimientos históricos, imaginando los lugares geométricos más significativos y de prestancia de nuestra ciudad. Entre ellos están los emblemáticos como: la plaza, la alameda y sus calles céntricas, que en ciertos tramos se vuelven peatonales, canalizando el flujo de personas que vienen y van. Otras vías que se han transformado en significativas en la ciudad son las de la periferia o acceso principal, que por estar proyectadas bajo la idea de un modernismo la buena forma y la geometría visual se convierten en elementos centrales de la vida urbana. El crecimiento de la población ha restado importancia al beneficio de tener lugares que nos identifiquen. Hoy día podemos observar espacios urbanos carentes de estímulo y calles con vialidad caótica. En última instancia, sin la posibilidad de fortalecer el sentido de identidad y pertenencia de los riograndenses. Pero todo bajo la consigna “EN ARAS DE LA MODERNIDAD”.

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